miércoles, 30 de marzo de 2011

LA SOCIEDAD JAPONESA


Japón es hoy una de las sociedades industriales más avanzadas en el mundo, altamente urbanizada y dependiente de la alta tecnología y las comunicaciones. Si bien en el pasado fue uno de los países más aislados, hoy está completamente integrado en las distintas redes internacionales. Sin embargo, al mismo tiempo rigen patrones tradicionales de comportamiento y la ética social sigue teniendo un profundo significado en el panorama contemporáneo. Una de las características más destacadas siempre de la sociedad japonesa es la impasibilidad dominante ante la búsqueda de independencia social, que contrasta con la ansiedad que ésta provoca en la sociedad europea y estadounidense. En este mismo orden, la sociedad japonesa, aunque enfatiza en la solidaridad, ha de considerarse como una sociedad eminentemente vertical, ya que favorece todo tipo de estructuras jerárquicas, incluso en grupos reducidos: en la relación esposo-esposa hay una precedencia social del varón con respecto a la mujer; prioridad de la edad o generación, en cualquier consideración o trato (términos tan usuales como sensei o senpai hacen referencia a una veteranía o a un haber nacido antes), y en la continua atención al que es cabeza o superior de cualquier grupo humano, ya sea fijo o transitorio (empresas, comités, grupos turísticos, etc.). Esta espontánea y general aceptación de un orden establecido es como un instinto ancestral por el que cada individuo se siente en comunidad y ocupa en ella el lugar que le corresponde. Es la fuerza de sustentación de toda la arquitectura social japonesa. Algunos sociólogos y antropólogos afirman que la peculiar localización geográfica de Japón y su situación económica como un país superpoblado con escasos recursos naturales, han creado un fuerte sentimiento de cooperación social enraizado en los largos siglos de actividad agrícola compartida, fundamental para su supervivencia. A este respecto conviene observar que "democracia" en Japón, más que una forma de gobierno, es un modo de relacionarse los individuos a través de la consulta continua ("país de las reuniones por excelencia"), de un máximo consenso y de una extremada armonía jerarquizada. En la ética social japonesa, hay varios conceptos fundamentales: el sentido del on (obligación contraída al recibir un favor) lleva consigo una conciencia del deber (gimu) y un sentimiento de rectitud y justicia (giri) que impulsa a la adecuada reciprocidad de favores y a respetar la propia dignidad personal. Virtud esencial y tradicionalmente considerada es la autenticidad (makoto) o entrega plena al propio deber, rectitud, desinterés y autodisciplina. Una mirada desde el pasado hacia el presente La familia en su sentido más amplio, ie, fue la forma básica de organización social entre granjeros y agricultores, guerreros y mercaderes. Cada individuo entendía su lugar en esta vida, primero como miembro de su inmediata familia, que era parte de un linaje que el hijo mayor debía siempre encabezar. La casa, o ie, era un grupo altamente interdependiente en el que todos sus miembros comparten los recursos, una identidad común, y la responsabilidad por la empresa en la que la casa se halla involucrada. Su organización interna estaba basada en la jerarquía y en una clara división del trabajo. La mayor edad y el género masculino eran dos principios básicos sobre los que se establecían los distintos rangos. La formal autocracia era equilibrada por una democracia informal a través de la decisión tomada por discusión y consenso. La familia pertenecía a una aldea o pueblo, en la que el trabajo comunitario en las tareas agrícolas creaba fuertes lazos de solidaridad. La estructura interna de los núcleos rurales se caracterizaba como en la familia por una jerarquía, que en esta ocasión también se basaba en la edad, la riqueza, parentesco y tiempo de residencia. Sin embargo, la toma de decisiones involucraba a la mayoría, si no a todas las casas, siguiendo el proceso necesario que llevaba al consenso. La moral confuciana se extendió por primera vez como ideología oficial durante el periodo Edo (1600-1868). Reforzaba la práctica de actuación comunmente generalizada en familias y aldeas y ayudó a modelar la evolución de las instituciones modernas. En el centro de esta moralidad se hallaba la noción de sociedad como un conjunto de papeles y posiciones ordenados, diferentes e interdependientes. Se estableció bajo esta moral confuciana un sistema de clases en el que los samurai ocupaban el rango más alto, seguidos de campesinos, artesanos y mercaderes, en el orden citado. Se consideraba que si cada clase llevaba adelante sus deberes, todo el sistema funcionaría y la prosperidad alcanzaría a todos. El individuo sería virtuoso si cumplía sus deberes y su comportamiento era el propio de la posición social que ocupaba. La familia era el mejor modelo, ya que en ella cada generación y cada sexo ocupaba el lugar que le correspondía. El valor de la familia, el paternalismo y la lealtad se convirtieron en rasgos dominantes de la sociedad en general, en la que el emperador era considerado el padre de toda la nación. Dentro de una empresa, la relación de empresario y empleado también puede considerarse en la misma perspectiva. Desde que Japón rompió su aislamiento selectivo en 1854, el país experimentó enormes cambios y su modernización fue acompañada por una alta tasa de crecimiento. En menos de cien años la nación sufrió dos grandes golpes, uno la Restauración Meiji de 1868 y otro, su participación en la Segunda Guerra Mundial. Ambos alteraron en gran manera el sentir y el hacer tradicional de Japón. En la primera de estas sacudidas la mayoría de las instituciones del período Edo fueron sustituidas por otras según los modelos de las modernizadas naciones occidentales: industrias modernas, educación pública, compañías privadas, transportes públicos, bancos, impuestos nacionales, servicio militar obligatorio, junto con otras instituciones sociales y económicas, sustituyeron el orden feudal de inspiración confuciana y su sistema de cuatro clases sociales. Hay que destacar entre las nuevas instituciones surgidas a los llamados zaibatsu, compuestos por muchas empresas que pertenecen a una mayor. En la segunda sacudida, con la ocupación del país por los americanos, se llevaron a cabo amplias reformas en el ámbito militar, sobre la posesión de la tierra, la educación y el trabajo. Los zaibatsu fueron desarticulados, y sus compañías más ampliamente distribuidas. Se produjo una significante reducción de la distancia que separaba a ricos y pobres, así como se favoreció también la lucha por la consecución de la igualdad entre sexos. Los individuos, y no la casa, entendida como ie, se convirtieron en la unidad legal de la sociedad.

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